Seguro que te has dado cuenta de que cada cierto tiempo un electrodoméstico u producto electrónico se rompe en casa. Si no es la lavadora es el secador u el ordenador, no falla. Esto es la obsolescencia programada y a continuación te contamos mucho más sobre este concepto. Sigue leyendo para conocer la obsolescencia programada de la mano de nuestros mejores expertos, quienes reseñarán sus características principales.
La obsolescencia programada: qué es
Podemos definir la obsolescencia programada según los expertos y profesionales que conocen y han estudiado mejor que nada este término como la vida útil que un producto tiene y que viene dada por la misma empresa que lo fabrica. Cuando este período de vida útil pasa dicho producto se vuelve obsoleto, es decir, que ya no se puede utilizar o no se quiere utilizar por parte de los usuarios, ya que éstos prefieren optar por productos similares pero más avanzados y que incorporen algunos extras.
La obsolescencia programada se creó por parte de las fábricas y de las empresas para que las personas se vieran obligadas a adquirir productos nuevos o parecidos. Casi todos los productos están por tanto “programados para su muerte”. En la mayoría de casos cuando estos productos “mueren” resulta más económico para los usuarios el comprar unos nuevos en lugar de reparar el que ya tienen.
De esta forma la obsolescencia programada sirve para asegurar una demanda más grande a las empresas, lo que hace que consigan más beneficios y que puedan contar con una oferta continua. De esta forma, esto influye en gran medida en el desarrollo de la economía.
Encontramos en general tres tipos de obsolescencia. La obsolescencia de calidad hace referencia a cuando un producto empieza a fallar después de un tiempo concreto de uso, es decir, cuando empieza a funcionar mal aunque hasta el momento lo había hecho de forma eficiente.
La obsolescencia de función hace referencia a cuando se saca a la venta un producto avanzado de la misma línea que incorpora nuevas funciones. De esta manera los clientes piensan que necesitan adquirir uno nuevo porque el suyo ya está obsoleto aunque siga funcionando bien.
Por último encontramos la obsolescencia de deseo, que es parecida al anterior pero que básicamente se basa en cuando salen a la venta productos más avanzados y las personas cambian los que ya tienen simplemente por moda o por estética.
Como nos explican los expertos del servicio técnico Vaillant, quienes conocen muy bien cómo funciona el arreglo de productos defectuosos o que han empezado a presentar fallos debido a la obsolescencia programada, hay muchas personas que en lugar de arreglar sus dispositivos se deciden a cambiarlos por la obsolescencia programada, incluso cuando arreglarlos sería mucho más económico y además serviría para ayudar al medio ambiente al generar muchos menos residuos.
La obsolescencia programada afecta de manera económica a los consumidores, pero también de manera psicológica porque éstos entran en el ciclo de comprar-usar-tirar-comprar y cada vez generan más residuos que podrían evitarse y desean productos que realmente ni siquiera necesitan.
La obsolescencia programada, según los expertos comenzó a desarrollarse ya en 1920, cuando grandes fabricantes de bombillas acordaron reducir su vida útil para aumentar las ventas.
En la actualidad hay muy pocos productos que no estén programados directamente para “morir” en algún momento. Las bombillas se queman, los videojuegos pasan de moda, las impresoras dejan de funcionar y los coches se rompen o pasan a estar obsoletos.
Los productos cuentan con una vida útil que determinan los fabricantes. Por ejemplo, encontramos el caso de los frenos en los vehículos, que con el paso del tiempo disminuyen su eficiencia haciendo que los usuarios deban cambiarlos o buscar otro vehículo. Otro ejemplo es el caso de las medias. En los años 20 era casi imposible romperlas pero en la actualidad éstas se rompen casi con mirarlas, para que los usuarios tengan que comprar más.
Además la obsolescencia programada hace que se contamine mucho más porque los productos que se cambian cada cierto tiempo como los teléfonos o los televisores cuentan con muchas sustancias contaminantes. Hay empresas que aseguran el mantenimiento ecológico de sus residuos y ofrecen el servicio de su eliminación, pero la mayoría de estos residuos acaban en países del tercer mundo contaminando sus zonas y afectando de forma negativa a sus habitantes.
Con la obsolescencia programada se inicia el ciclo de compra-usa-tira, lo cuál contamina muchísimo y además puede suponer que con el paso del tiempo, si continuamos consumiendo de esta forma, nos quedaremos sin recursos.
Es por ello que la mayoría de críticos hacia la obsolescencia programada han decidido iniciar una revolución denominada “decrecimiento”. Con esta revolución se busca replantearnos nuestros valores y nuestra economía para mejorar los procesos productivos y lograr crear un modo de vida mucho más sostenible con el planeta.
Entre las principales alternativas a la obsolescencia programada encontramos el diseño social, que básicamente es cuando los usuarios crean productos alternativos utilizando productos reciclados o biodegradables, logrando aportar soluciones positivas para el medio ambiente y el diseño sostenible. Este último tiene en cuenta que os diseñadores de productos, además de pensar y usar únicamente materiales ecológicos, también deben tener en cuenta el proceso de eliminación de estos productos y por supuesto la vida útil y el significado del uso de estos productos para conseguir crear una nueva consciencia global dónde el ciclo de comprar-usar-tirar se transforme en un nuevo ciclo mucho más eficiente y seguro para el planeta y para las futuras generaciones que vienen.